
Esa tarde,
nos apetecía tomar un par de copazos
La exposición del día era una colección de coños y puertas sobre tonos pastel.
El champán - o más bien cava
-o más bien vinazo,
es siempre el mismo.
A veces hay panchitos,
a veces hay salmoncete y dátiles con bacon, suprema mariconada de tapa donde las haya.
La gente quiere tortilla y croquetas,
pero simula un interés algo distraido
por las copitas con raices germinadas de ginko biloba,
con un toque de gazpacho desestructurado.
El alcohol siempre está presente,
sean coños y puertas o fotos de puentes o presentaciones de libros sobre la insoportable
gravedad de las nuevas relaciones internacionales al alba del nuevo acuerdo internacional
sobre las nuevas relaciones climáticas internacionales.
Las chaquetas no hay donde dejarlas.
La primera copa se toma con un poco de incomodidad.
Ya sabe uno que en estos sitios llenos de pañuelos caros
abundan las sanguijuelas.
Y se resiste a dejar el abrigo a su alcance.
Pero la segunda copa,
con la calefacción a todo trapo,
da un caloruzo enajenante.
Y se deja el abrigo
al lado del bolso de una mujer
incómoda con sus tacones interminables.
Fotou